
Es el Tratado de Córdoba, que acepta el Plan de Iguala en casi en su totalidad, el que desliga a México de la metrópoli.
Antes de partir hacia México, donde sería ejecutado, el primer emperador mexicano le escribió una carta a su hijo Agustín Jerónimo, de 14 años, que se quedaba en Europa. En ella le da lecciones de vida, moral y virtud que nos revelan el lado más humano y paternal de Iturbide. Te mostramos la carta completa y te explicamos el contexto histórico en el que fue escrita.
HumanizArte 28 de julio de 2023Agustín de Iturbide, el primer emperador de México, le escribió una carta a su hijo Agustín Jerónimo antes de separarse de él para siempre. En ella le da lecciones de vida, moral y virtud. La carta es un documento histórico que muestra el lado más humano y paternal de Iturbide.
Londres, Inglaterra. 27 de abril de 1824. Agustín de Iturbide, el primer emperador de México, está a punto de embarcarse hacia su país natal, donde será ejecutado por orden del Congreso. Antes de partir, le escribe una carta a su hijo Agustín Jerónimo, de 14 años, que se queda en Europa con su madre y sus hermanos. Es la última carta que le escribirá.
En la carta, Iturbide le da a su hijo consejos sobre cómo vivir, cómo estudiar, cómo ser virtuoso y cómo amar a su familia y a su patria. Le habla de la importancia de la religión, la virtud y el saber. Le advierte de los peligros de la edad, las pasiones y la presunción. Le pide que respete a sus maestros, que se haga amigo de hombres virtuosos e instruidos, que sepa servir a los demás y que se conduzca con dulzura y afabilidad. Le recuerda su obligación de atender y sostener a su madre y hermanos en defecto suyo. Y le expresa su amor y su dolor por la separación.
La carta es un testimonio histórico que nos revela el lado más humano y paternal de Iturbide, uno de los personajes más controvertidos y fascinantes de la historia de México. Es también una muestra de la cultura, la educación y los valores del siglo XIX. Y es una fuente de inspiración para todos los que quieren aprender de las experiencias, los errores y las virtudes de un hombre que fue padre, soldado, político y emperador.
En este artículo te mostramos la carta completa y te explicamos el contexto histórico en el que fue escrita. No te la pierdas, sigue leyendo y descubre el legado de amor y consejos que dejó el primer emperador de México a su hijo.
Londres, Inglaterra a 27 de abril de 1824
Última carta de Agustín de Iturbide a su hijo Agustín Jerónimo:
“Vamos a separarnos, hijo mío, Agustín, pero no es fácil calcular el tiempo de nuestra ausencia: tal vez no volveremos a vernos. Esta consideración traspasa el corazón mío y casi parece mayor mi pesar a la fuerza que debo oponerle; ciertamente me faltaría el poder para obrar, o el dolor me consumiría, si no acudiese a los auxilios divinos, únicos capaces de animarme en circunstancias tan exquisitas y tan críticas. A tiempo mismo que mi espíritu es más débil, conozco que la Providencia Divina se complace en probarme con fuerza; si, hijo mío, quisiera entregarme a meditaciones y a cierto reposo cuando los deberes me impelen y el amor me obliga a hablar, porque nunca necesitarás más de mis consejos y advertencias que cuando no podrás oírme, y es preciso que te proporcione en pocos renglones que leas frecuentemente los recuerdos más saludables y más precisos, para que por ti mismo corrijas tus defectos y te dirijas sin extravíos al bien. Mis consejos aquí serán, más que otra cosa, una indicación que recuerde, lo que tantas veces y con la mayor eficiencia, te he dado.
Te hayas en la edad peligrosa porque es la de las pasiones más vivas, la de la irreflexión y de la mayor presunción. En ella se cree que todo se puede. Ármate con la constante lectura de buenos libros y con la mayor desconfianza de tus propias fuerzas y de tu juicio.
No pierdas de vista cuál es el fin del hombre; estando firme en él, recordándolo frecuentemente, tu marcha será recta: nada importa la crítica de los impíos y libertinos: compadécete de ellos y desprecia sus máximas, por lisonjeras y brillantes que se presenten. Ocupa todo el tiempo en obras de moral cristiana y en tus estudios. Así vivirás más contento y más sano, y te encontrarás en pocos años capaz de servir a la sociedad a que pertenezcas, a tu familia y a ti mismo. La virtud y el saber son bienes de valor inestimable y nadie puede quitar al hombre. Los demás valen poco y se pierden con mayor facilidad que se adquieren.
Es probable que cada día seas más observado, por consiguiente tus virtudes o tus vicios, tus buenas cualidades o tus defectos, serán conocidos de muchos, y esta es una razón auxiliar para conducirte en todo lo mejor posible.
Es preciso que vivas muy sobre tu genio: eres demasiado seco y adusto, estudia para hacerte afable, dulce, oficioso; procura servir a cuantos puedas, respeta a tus maestros y gentes de la casa en que vas a vivir, y con los de tu edad se también comedido sin familiarizarte.
Procura tener por amigos a hombres virtuosos e instruidos, porque en su compañía siempre ganarás. Ten una deferencia ciega, y observa muy eficaz y puntualmente las reglas y plan de instrucción que se te prescriba. Sin dificultad, te persuadirás que varones sabios y ejercitados en el modo de dirigir y enseñar a los jóvenes, sabrán mejor que tú lo que te conviene.
No creas que sólo puede aprenderse aquello a que somos inclinados naturalmente: la inclinación contribuye, es verdad, para la mayor felicidad; pero también lo es que la razón persuade, y la voluntad obedece. Cuando el hombre conoce la ventaja que ha de producir la obra, y se decide practicarla, con el estudio y el trabajo vence la repugnancia y destruye los obstáculos.
¿Qué te diré de tu madre y hermanos?, innumerables ocasiones te he repetido la obligación que tienes de atenderlos, y sostenerlos en defecto mío.
Dios nada hace por acaso; y si quiso que nacieses en tiempo oportuno para instruirte y ponerte en disposición de serles útil, tú no debes desentenderte de tal obligación y deberes, por el contrario, ganar tiempo con la multiplicación de tareas, a fin de ponerte en aptitud de desempeñar con lucimiento los deberes de un buen hijo y de un buen hermano. Si al cerrar los ojos para siempre, estoy persuadido de que tu madre y tus hermanos encontrarán en ti un buen apoyo, tendré el mayor consuelo del que es susceptible mi espíritu y mi corazón; pero si por desgracia fuere lo contrario mi muerte sería en extremo amarga, y me borraría tal consideración mucha parte de la tranquilidad de espíritu que en aquellos momentos es tan importante, y tú debes desear y procurar a tu padre en cuanto a ti dependa.
En otra carta te diré las personas a quienes con tus hermanos te dejo especialmente recomendado, la manera con que debes conducirte con ellas, con otras instrucciones para tu gobierno; y concluiré ésta repitiéndote para que jamás lo olvides: que el temor santo de Dios, buena instrucción y maneras corteses son cualidades que harían tu verdadera felicidad y tu fortuna; para lograrlas buenos libros y compañías, mucha aplicación y sumo cuidado.
Adiós, hijo mío muy amado: el Todopoderoso te conceda los bienes que te deseo y a mí el inexplicable contento de verte adornado de todas las luces y requisitos necesarios y convenientes para ser un buen hijo, un buen hermano, un buen patriota, para desempeñar dignamente los cargos que la Divina Providencia te destine.
Burry Street en Londres a 27 de abril de 1824.
Agustín de Iturbide.
La última carta de Iturbide a su hijo es un documento histórico que nos permite conocer mejor al primer emperador de México, un patriota polémico y complejo que tuvo un papel decisivo en la independencia de su país. En la carta, Iturbide le da a su hijo consejos para vivir, estudiar y ser virtuoso, basados en su propia experiencia, sus errores y sus virtudes. La carta es también una muestra de amor paternal, de dolor por la separación y de esperanza en el futuro. Es una carta que nos inspira a reflexionar sobre nuestra propia vida, nuestros valores y nuestros deberes con nuestra familia y nuestra patria. Es una carta que nos invita a aprender de la historia y a valorar el legado de Iturbide.
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