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Entre el valor te veas

Era difícil que fuera de Quintana Roo conociéramos a Alexis, hasta que su historia se convirtió en tragedia

Laboratorio Político 16 de noviembre de 2020 Juan Manuel Rodea Juan Manuel Rodea
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@ManuelRodea

¿Aprecias el valor o ‘te vale’?, es posible observar el valor de las cosas en el tiempo e incluso el de las personas como depositarias intrínsecas de valor, basta darse la oportunidad de conocer las circunstancias y más allá de ellas, en los méritos y victorias o entre el dolor y la pérdida.

Era difícil que fuera de Quintana Roo conociéramos a Alexis, hasta que su historia se convirtió en tragedia, tragedia que derivó en movilización y una resultante confrontación donde hubo detonaciones involucradas, hecho que si bien pudo dispersar y disolver un momento de conflicto, fue inevitable que desencadenara una movilización y un conflicto nuevos con pintas, fuego y cristales rotos.

En vida tenemos una misión cargada de valor, de ahí que no se pueda negociar el valor que tiene la vida misma como bien máximo a aspirar en el plano temporal, el problema no es que este hecho sea invisible a los ojos humanos y al natural anhelo de vivir o el simple impulso que lleva a la autopreservación, el problema es que hay confusión entre el valor circunstancial del entorno y la vida transcurrida en durante tales circunstancias.

Este problema es más complejo de lo que parece y sus efectos no pueden pasar desapercibidos, el elemento más simple es un signo de falsa equivalencia que fuera de la circunstancia es fácil dimensionar: un vidrio es un objeto que por si mismo tiene un valor completamente prescindible a menos de que se le aproveche en una situación específica, como la función de ventana en una edificación como una oficina, una vivienda o una estación de transporte público, y ese valor específico entraría en juego con los demás elementos como una unidad de transporte que además de estar en contacto con ese parabús tiene a su vez sus propias ventanas de cristal. El punto es que es insignificante el valor del vidrio en cualquier circunstancia específica en comparación del valor de la vida misma de una persona en todo momento.

¿Dónde viene la confusión entonces?, en el orden de valor de conjunto es evidente que vale más la vida que la propiedad, y en una circunstancia de desesperación podría por ende aparecer la idea de que el daño en propiedad ajena que implica la destrucción de un vidrio es justificable ante la pérdida de una vida humana. Quizás sigue siendo este sofisma lo primero que salta a la vista inmediatamente al emitir el juicio de valor del resultado final, pero sigue siendo una captación superficial del origen del problema.

Esta cuestión va más allá del acto de comparación entre un valor y otro, incluso hablando de las personas mismas porque no posee las mismas características el vínculo familiar que un vínculo humano más remoto e indefinido resultante de una relación ocasional, lo que lleva a un interesante descubrimiento casuístico: el problema no es que una causa se relacione con una situación personal, el problema es la forma y los fines con las que lo hace –aquí es donde se rompe la premisa maquiavélica de que “el fin justifica los medios”–; de ahí nos vamos con que el problema no es el daño en propiedad ajena a consecuencia de una transgresión hacia una vida humana, el problema es que no hay correspondencia directa entre el transgresor y la propiedad dañada y el ambiente de violencia que puede incluso poner en riesgo más vidas humanas; así pues, el problema no es la necesidad de dispersión en respuesta a un acto violento –de hecho la legítima defensa es el acto más natural como reacción ante una agresión–, el problema es la forma en cuanto a desventaja; y a pesar de que esta espiral es funesta y se busca detenerla de una forma u otra, las medidas paliativas para frenar sus devastadores efectos y restaurar el orden público son difíciles de determinar sin una buena organización y análisis táctico para que den resultado, lo que nos lleva a la necesidad de actuar desde el origen de este problema de apreciación de las ideas y recursos disponibles para actuar aún cuando eso tenga el precio de descartar algunos de estos elementos pertenecientes a una causa y replantear desde una verdadera apreciación integral la forma en que podemos dar solución a todas las amenazas latentes para nuestra vida e integridad personal para la vida en comunidad.

Un problema de apreciación forma parte de uno de valoración, no obstante la diferencia entre el acto de valorar y el de apreciar consiste en que la apreciación ordena armónicamente la valoración de cada elemento en su respectivo espacio y tiempo.

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