Que vivan los estudiantes. Columna "La Justa Razón"

Columna "La Justa Razón" de Adrián Rodríguez Alcocer, Ciudad de México a 02 de diciembre de 2021

PolitizArte 02 de diciembre de 2021 Adrián Rodríguez Alcocer
La Justa Razón-min
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Que vivan los estudiantes,  jardín de nuestra alegría 
Son ave que no se asusta de animal ni policía
Y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría
Caramba y sambalacosa ¡que viva la economía!
-Violeta Parra

Este espacio, que he querido dedicar a la razón y a la justicia, se debe, en buena medida, al CIDE. El CIDE, como toda institución, tiene sus cosas buenas y malas, y yo he sido crítico abierto de las malas.  Pero hoy toca reconocer y aplaudir las buenas en medio de la dura prueba a la que está sometido.

Yo llegué al CIDE providencialmente, debatiéndome entre la licenciatura en derecho y la vocación sacerdotal. Lo conocí unos días antes de empezar a hacer exámenes de admisión en una feria de universidades a la que fui, sobre todo, a recopilar termos, plumas y demás regalitos de las instituciones.  Su stand era el más modesto, sus regalos nada más que folletos y plumas Bic con su logo. Palidecía entre la faramalla de una decena de escuelas que buscaban nuevos ingresos. Casi pasa desapercibido, pero algo en esa digna sencillez me atrajo, y en una conversación (habrá que reconocer el trabajo del promotor) me enamoré. Un centro público de investigación dedicado al estudio y enseñanza de un puñado de ciencias sociales, pensado para estudiantes de alto rendimiento, con vocación de servicio al país. Una auténtica comunidad de conocimiento, con profesores de alta calidad y renombre internacional, un programa novedoso, selectivo, y sobre todo, basado en el mérito personal y no la capacidad de pago. 

Yo tuve beca de excelencia sólo el primer semestre, la perdí de inmediato en medio de un grupo altamente competitivo y con personas de una inteligencia asombrosa, que además rápidamente se volvieron mis amigos. Ahí estábamos personas de toda la república, de todos los estratos sociales, provenientes de contextos sumamente distintos, pero todos felices, comprometidos y, desde luego, con nivel de "ñoñez" que nos permitía cumplir con las arduas exigencias académicas. 

De que el CIDE es plural, yo soy prueba plena. Católico convencido, de posiciones (en ese tiempo) tendientes a la derecha extrema, de ideas tradicionales y debatiendome en mi interior con lo que en ese momento sentía como un llamado al sacerdocio; todo esto dentro de una institución más bien progresista y con posiciones mucho más liberales de lo que estaba acostumbrado. Desde los primeros días supe que sería una especie de oveja negra: dentro de la División de Estudios Juridicos del CIDE se luchó arduamente por la despenalizacion del aborto y por la redefinición del matrimonio. Tuve que escuchar teoría feminista, de derechos humanos, de género, y leer a sus postulantes. Y todo esto sosteniendo abiertamente mi posición de católico. 

En varias ocasiones estuve del otro lado de la mesa de mis compañeros y profesores en debates, en luchas, incluso en alguno que otro litigio. Con todo, ni una sola vez me faltaron al respeto, al contrario. Siempre sentí cariño, apoyo cercanía de profesores y compañeros. Llegué a tener buenas conversaciones con el hoy destituido Dr. Alejandro Madrazo, un gran académico y activista en muchas de las mismas causas, pero del polo ideológico contrario. Es más, el CIDE fue tan respetuoso e incluyente conmigo que la Junta de Profesores me permitió salir a mitad de sexto semestre para enrolarme finalmente en el seminario y reincorporarme a la licenciatura cuando quedó claro que mi vocación no era esa.

En CIDE aprendí a escuchar argumentos, a razonarlos con sentido crítico, a fundamentar mis opiniones y ser crítico con mis propias ideas. Descubrí que en la gran mayoría de los casos quien está del otro lado del debate lo hace buscando el bien, y que eso constituye un piso común fundamental para el diálogo y el consenso. Aprendí a exigirme y a exigir rigor académico, a generar criterio y desconfiar de los absolutos. Mucho de lo que he compartido en este espacio se debe directamente a lo que aprendí en el CIDE hace ya una década. Este aprendizaje ha sido fundamental no sólo para mí, sino para todos los que hemos tenido el privilegio de formar parte de la comunidad CIDE. En las distintas posiciones que ocupan los cientos de egresados de sus programas, en los sectores público y privado y en el llamado tercer sector, este aprendizaje permea junto con el profundo sentido de responsabilidad que te deja deberle tu educación de extraordinario nivel al pueblo de México. 

Por eso la imposición de un director ilegítimo por parte del CONACYT y su titular, la Dra. María Elena Álvarez Bullya que desprecia a la institución y considera a la comunidad estudiantil como meras “esponjas” sin pensamiento propio, y que llega con una clara agenda de destrucción, es tan dolorosa y terrible. No se trata de una escuela o de un centro, ni se trata de los pocos o muchos miembros de la comunidad CIDE; se trata de una institución que, a través de educación de calidad, de investigación de primer nivel, de prestigo y rigor académicos, sirve a todo el país. Se trata de preservar el auténtico espíritu universitario y recordar que la Universidad debe ser libre y deberse al conocimiento, no a las ideologías y ni a los gobernantes en turno. Se trata de defender uno de los pocos espacios sociales en los que se fomenta el pensamiento crítico y el cuestionamiento razonado a la autoridad. Se trata de alzar la voz y ponerle un alto a pensamiento unívoco y fanático, porque cuando se eliminan estos espacios y libertades, eso es precisamente lo que queda: fanatismo. 

En este espacio he compartido varias veces mi preocupación por el pensamiento de corte fanático dentro del movimeinto pro vida y pro familia, y lo que está pasando en el CIDE y en México es precismanete una muestra de a dónde lleva el pensamiento único, intolerante a la crítica y que acusa de traidor al que cuestiona la narrativa oficial. Ser oposición auténtica implica trascender las banderas ideológicas para defender aquello que nos hace verdaderamente personas: la dignidad y la libertad humanas. Por eso hoy alzo la voz en contra del fanatismo, de la imposición y del pensamiento único, alzo la voz en contra de la imposición y de la mentira. Hoy alzo la voz para decir #YoDefiendoAlCIDE

Y a los estudiantes del CIDE les digo: ¡Resistan! La Verdad siempre prevalece. Sé que si la tendencia de cuando era estudiante permanece, no habrá entre ustedes muchos creyentes. Pero ese cideíta católico los acompaña con su corazón y con sus oraciones. 

PD. 
Dejemos, por favor, esa estupidez de si algunos miembros del CIDE apoyaron a Morena en 2018. Cuando alguien se equivoca y pide ayuda, lo cristinao es ayudarle, no restregarle sus errores. Seamos más que nuestra bilis. 

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