Fechas de amor y paz, ¿y las demás?

Entonces, ¿las fechas de celebración que acaban de culminar nos permitieron pensar las formas de recolonización que nos invaden? 

Tuve en mis manos el escrito de Gabriel García Márquez publicado en el periódico El País el 24 de diciembre de 1980 llamado “Estas navidades siniestras”, resulta un texto importante y recomendable para la reflexión personal, para pensar y repensar el actuar de la sociedad en estas fechas. Lo menciono no porque pretenda criticar las maneras de celebración (ni siquiera tengo derecho), pero sí de ser conscientes las formas de recolonización que en pequeñas acciones incluso en fechas de “amor y paz” están presentes, principalmente el consumismo: compras compulsivas e irracionales aun en tiempo de pandemia y crisis económica, capaces de dejar en visto las desigualdades del sistema y el gran egoísmo posesivo. Así mismo el desgaste a la Madre Tierra llenando el cielo de pirotecnia en la culminación de un año difícil, en momentos donde deberíamos de pedirle perdón decidimos ofenderla de nuevo, minimizando y dañándola. Nuestra descolonización también parte desde el respeto a ella, sabedores que no está a nuestra disposición para creación de ganancias ni caprichos; es importante recordar que con ella existe un acuerdo mutuo de compartición que no estamos llevando a cabo. Nos llaman humanos, pero paradójicamente carecemos de humanismo. 

 Y en demás días, ¿vemos desde una perspectiva social, ambiental y humana? 

Nos postramos en éstas y demás fechas del año ciegos ante nuestro alrededor, nos encontramos alienados al grado que la palara “alrededor” o “entorno” nos refiere activamente a la familia, vecinos y por mucho a nuestra alcaldía o municipio donde las situaciones que pasan nos afectan directamente. Dejamos de mirar a aquellas y aquellos que aún a la distancia sus dolores son los mismos que los nuestros, dejamos de mirar a la comunidad, al pueblo, al país, al mundo, a los animales, flores árboles, ríos y todo aquello que forma parte de nosotros y viceversa.

Sin percibirlo nos hemos vuelto parte de un sistema excluyente con discursos de inclusividad. Somos parte de un sistema que crea porque así lo requiere, una humanidad indiferente y ligada al individualismo competitivo, creyente de la ley del más fuerte, compradores compulsivos sujetados ciegamente a las leyes del mercado convertidos en consumidores apolíticos. 

Frente a nuestro hacer diario y del sistema se presenta como opción transformar el pensamiento y el actuar, cambiar nuestra perspectiva e inclinarnos a prácticas de igualdad, convivencia comunitaria, reciprocidad y relaciones armónicas con los demás y con la Madre Tierra como ya lo hacen muchas más personas alrededor del mundo. Es necesario saber que siempre hay alternativa y estar seguros de que, como los compañeros y compañeras de las montañas del sureste de mexicano nos dijeron y nos demuestran, “otro mundo es posible”. De ese mundo hablaremos después…