Zygmunt Bauman, en su libro "En busca de la política", nos ofrece una visión crítica y provocadora sobre la crisis de la democracia liberal en la era de la posmodernidad.
Hacernos pendejos
En este artículo Adrían reflexiona sobre la corrupción y la falta de responsabilidad en la construcción de obras públicas en México, a raíz de la tragedia del la línea 12 del metro de la CDMX.
PolitizArte05 de mayo de 2021 Adrián Rodríguez AlcocerHace cuatro años, en julio de 2017, Carlos Loret de Mola publicó un editorial titulado “Pretextos pendejos”. El marco era el derrumbe del paso exprés de Cuernavaca en el que murieron dos personas, sepultadas en su coche que circulaba por la carretera. Como siempre en México, se trataba de una obra rodeada de rumores de corrupción y el accidente dejaba el asqueroso tufo de la negligencia culpable. Las autoridades dijeron que el paso colapsó porque “había llovido mucho”. De ahí el título, con el perdón del foro.
En septiembre de ese año tembló, y en la Ciudad de México se cayeron varios edificios; una escuela entre ellos. En esa escuela en particular, la muerte de varios niños sacó a la luz otra trama de corrupción.[2] Aquí no recuerdo el pretexto, seguramente alguno habrá habido.
El lunes por la noche, pero con una larga lista de advertencias por parte de vecinos y medios de comunicación, se desplomó un tramo de la línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo Metro, causando, hasta el momento de verificar esta información, 24 muertes y heridas a 79 personas. Se trata de otra obra rodeada del tufo de la corrupción, y llena de rumores relacionados, como el ser la causa del autoexilio de Marcelo Ebrard, quien la construyó.[3]
Claro que una tragedia como esta, que mancha a dos de los “gallos” para la sucesión oficial (Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum), tiene todo lo necesario para convertirse en un (merecido) ariete político, pero me parece que eso sería banalizar el sufrimiento de las cientos de personas afectadas y sus familia. Una falta de respeto postrera en las tumbas de quienes murieron y en las heridas de quienes fueron lastimados.
No se trata ya de arrojar la responsabilidad al partido de turno, se trata de preguntarnos hasta cuándo vamos a cansarnos de las pendejadas, de los pretextos pendejos… y de hacernos pendejos.
Tenemos que entender, a como de lugar, que la corrupción no es un crimen sin víctimas, ni es un camino legítimo o admisible para el progreso personal y familiar. Cada peso robado, cada contrato conseguido con chanchuyos, cada compadre sin cualificaciones contratado para un puesto importante, cada mordida recibida por una autoridad y entregada por un particular, es parte de lo que causó la muerte de los niños del Colegio Rébsamen, de quienes iban por la carretera del Cuernavaca y de quienes el lunes regresaban a sus casas en el metro.
Por supuesto que los responsables directos tienen más culpa. Por supuesto que deben ser destituidos y sujetos a proceso. Por supuesto que deberían volverse impresentables y convertirse en lastres para el partido que se atreviera a postularlos. Pero también, creo, ya fue suficiente de ser tolerantes (o partícipes) de la dolorosa cultura de la corrupción en la que vivimos. Eso nos lleva (no solo, pero de manera evidente) a las elecciones que se acercan. Votar a los impresentables, por más que vayan en favor o en contra de nuestra opción política, es sostener esta cultura. Ya basta de hacernos pendejos.
[3] https://elpais.com/mexico/2021-05-04/negligencia-completa-y-homicida-que-caigan-los-culpables.html
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