La justa razón

Presentación de la columna "La justa razón" para #LaboratorioPolítico del Mtro. Adrián Rodríguez Alcocer

PolitizArte 27 de enero de 2021 Adrián Rodríguez Alcocer
Adrián Rodríguez Alcocer

Viendo o leyendo las noticias, uno pensaría que vivimos en un mundo en el que la razón tiene cada vez menos cabida. En un mundo regido más por la irracionalidad que por un ejercicio cuidadoso y responsable de la capacidad del ser humano para discernir la verdad y el bien. No es difícil llegar a esta conclusión después de pocos minutos de sumergirnos en algún portal de noticias o, más típicamente, en la o las redes sociales preferidas. Sin embargo, y creo que esto es parte fundamental del problema, no solemos acusarnos a nosotros mismos de irracionalidad. Si falta la razón y el mundo está lleno de humanos irracionales, esos son los otros. Los que no comparten nuestra forma de ver y pensar, los que, inexplicablemente, eligen lo contrario de nuestra cosmovisión, de lo que nosotros hemos identificado como la verdad.

Ahora, esta idea de la irracionalidad prevalente debería hacer aguas, al menos, entre los personalistas que creemos en la dignidad humana y en el hecho fundamental de que la razón forma parte de la naturaleza del hombre y lo dota de una facultad moral que lo hace responsable de sus actos. Por eso los seres no racionales, como los animales, no son seres morales. ¿Y entonces?

Llevo ya varios meses preocupado por la penetración de las teorías de la conspiración y las fake-news tanto en la sociedad en general como entre los católicos que nos preocupamos por la vida pública. Ya le dedicaré espacio a lo que pienso de eso, pero las numerosas personas que en mis redes aparecen promoviendo ideas de esa naturaleza son cada vez más sorprendentes. Me explico: personas buenas, capaces, inteligentes, formadas. Lo último que se me ocurriría sería acusarlas de irracionales.

El problema, entonces, no está en la falta de uso de la razón, sino en un uso defectuoso de la misma. Porque la razón hay que saberla usar, y usar con libertad y con responsabilidad. Si la razón se usa para una búsqueda auténtica de la verdad, no hay problema; pero si se usa como medio para adecuar la realidad a una noción preconcebida (por ejemplo una ideología, de lo que no estamos exentos los cristianos), eligiendo ignorar hechos o interpretarlos a conveniencia, la razón deja de ser confiable porque deja de conducir a la Verdad. Eso es la justa razón.

En todas las clases que doy, les digo a mis alumnos que no me gustan las opiniones de “cola de las tortillas”, esos comentarios al aire, sin sustento alguno (o peor, con un “sustento” falso, como una teoría de la conspiración o una noticia falsa), que se basan en el “yo creo”, “muchos dicen”, “todos saben”, etc., y que carecen de un razonamiento serio –justo-  de fondo. Para usar correctamente la razón existen reglas, una de las más importantes es la honestidad intelectual: esa capacidad de analizar incluso las propias ideas a la luz de la verdad y desechar o cambiar aquellas que no pasen la prueba. Va muy de la mano con la humildad. Por eso, aquellas personas que han caído en el fanatismo, esa cerrazón ideologizada que no admite discusión ni escucha evidencias, son, en el fondo, soberbias. Más confían en sí mismos que en la realidad que desdice sus ideas. La cerrazón es el único escudo para el uso defectuoso de su razón, que no pueden admitir. Esto, por supuesto, muchas veces es inconsciente y ninguno estamos a salvo de caer en esa trampa y dejarnos llevar por la dulce tentación de auto confirmarnos en  nuestras propias ideas.

Por eso el ejercicio del pensamiento crítico (que no significa dudar sistemáticamente, o creer en cualquier cosa que cuestione lo mainstream) es vital para mantenernos en la justa razón. Implica someter la información y las ideas a un análisis racional y contrastado con la realidad y con aquellos elementos de la Verdad ya conocidos –como la revelación-, siguiendo las reglas probadas para la construcción del conocimiento. Entonces, que quede claro, el pensamiento crítico no es lo mismo que la desconfianza ni que la conspiranoia (neologismo que une conspiración con paranoia para significar una creencia pertinaz en las conspiraciones y el miedo a las mismas).

Por eso, queridos lectores y compañeros de tribu, los invito a ejercitar siempre la justa razón. Eso es lo que intentaremos hacer en este espacio, que servirá de comentario, diatriba, reflexión… lo necesario para construir en común un país y un mundo más justo y más racional. Espero sus comentarios para seguir esta plática.

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