Por qué perdió la vida. Columna La Justa Razón de Adrián Rodríguez Alcocer para #PoliticArte

No sé si tembló por el aborto... pero quizá es más fácil decir eso que asumir la responsabilidad de no haber hecho nada, o de haber actuado con imprudencia en la Corte, de cantar con bandera azul pero criticando y aborreciendo a las madres que abortan.  

PolitizArte 09 de septiembre de 2021 Adrián Rodríguez Alcocer
La Justa Razón-min

Hace poco compartí someramente las circunstancias de mi incorporación a la causa de la defensa de la vida, hace 13 años. En ese tiempo yo era un estudiante de tercer semestre del CIDE, recién convencido de tomarme mi fe católica en serio y sorprendido por el torbellino que fue la despenalización del aborto en la CDMX. Me vi apabullado por el gigantesco despliegue de recursos económicos, intelectuales y humanos que impulsaban el “derecho a decidir”, al grado que no puede más que comprometerme con la causa y ofrecer lo poco o mucho que tenía en ese momento y lo que aprendería después. Dios me permitió dedicarme a esa causa casi ininterrumpidamente desde entonces, y además hacerlo profesionalmente, prácticamente de tiempo completo. 

Otro día tal vez narre mis experiencias en esa lucha, pero hoy, delante de la apabullante decisión de la SCJN que declara inconstitucional la penalización absoluta del aborto en México, me surgen algunas reflexiones respecto a lo que considero una derrota aplastante de un movimiento que se ha ido dilapidando su fuerza y su capital político. Escribo esto porque quisiera abrir la puerta a una reflexión seria y profunda respecto del desempeño del movimiento y sus liderazgos, y porque creo que es necesario replantearse con seriedad las estrategias, repensar el quehacer del movimiento y, desde mi punto de vista, refundarlo y construir a partir de un punto de inflexión que es la sentencia de la SCJN. 

En primer lugar hace falta preguntarnos por qué llegó el tema la Corte. Cuando se despenalizó el aborto en la CDMX y la Corte se pronunció por la autonomía de los estados para regular el tema el movimiento pro vida dio uno de sus mejores contragolpes: una larga ola de reformas a las constituciones de los estados para reconocer en ellas el derecho a la vida desde la concepción. Era un golpe tanto simbólico como pragmático, pues a la vez que dificultaba el camino legislativo para despenalizar el aborto, enviaba un mensaje claro a la SCJN: si no encuentran el derecho a la vida desde la concepción en la Constitución Federal, lo encontrarán en las constituciones de los estados. El impacto de estas reformas fue inmenso y se trata probablemente de uno de los grandes triunfos del movimiento pro vida en México. Sin embargo, en ese momento existían dos elementos fundamentales: un ecosistema político que permitió dichos cambios a nivel legislativo, y una Corte (entonces en su 9º época) considerablemente más equilibrada que la actual. Esto es importante porque en 2008 la SCJN se limitó a declarar que los estados podían legislar libremente en materia de aborto, pero no dio ninguna pauta sobre cómo hacerlo. La ola de reformas se produjo entre 2008 y 2009 fundamentalmente. En 2011, una minoría precaria de ministros (4 v. 7) logró contener una decisión semejante a la del martes ante la impugnación hecha contra la reforma a las constituciones de Baja California y San Luis Potosí; y en 2013, en una sesión extraña en la que varios ministros cambiaron abruptamente su postura anunciada, se contuvo otra decisión parecida en la impugnación a las constituciones de Querétaro y Guanajuato. En esta ocasión ya ni siquiera existía esta minoría precaria, sino que un motivo misterioso (probablemente un cabildeo desde Los Pinos) modificó varias de las posturas de los ministros. Desde ese entonces, diversos abogados que formábamos parte de varios equipos jurídicos advertimos que existía un riesgo inminente de que, en caso de seguir haciendo reformas constitucionales, estas fueran impugnadas y finalmente la SCJN emitiera una declaración de inconstitucionalidad que tendría efectos nacionales. Yo tengo en mi poder documentos fechados en 2013 y 2014 en los que se advierte de ese riesgo. Recuerdo reuniones en esas fechas con legisladores de diversos estados, con obispos católicos y líderes evangélicos pidiéndoles, rogándoles, que ya no promovieran las reformas constitucionales. Posterior a esta advertencia, hubo esfuerzos por lograr reformas en (las que recuerdo) Aguascalientes, Nuevo León, Sinaloa, y Veracruz. Finalmente, se reformaron las constituciones de Veracruz (2017), Sinaloa (2018) y Nuevo León (2019). La Constitución de Sinaloa es una de la que forman parte de la discusión de la SCJN.[1] 

¿Por qué se ignoraron estas advertencias? ¿Por qué se insistió en una estrategia que era mucho más peligrosa que conveniente? Me parece que el afán de protagonismo de ciertos liderazgos fue clave en desestimar un riesgo claramente identificado y señalado. Estos liderazgos también se han ido construyendo un modo de vida a partir de la causa de la vida, generándose intereses que entran en conflicto con la causa misma. Han aprendido a servirse de la causa y han dejado de servirla. Su apatía e ineficacia necesitaba de justificaciones para seguir recibiendo donativos y encontraron en acciones ampliamente publicitadas pero muy peligrosas. 

Protagonismo, ineficacia, intereses creados, ceguedad y falta de estrategia se conjugaron con la buena intención de la sociedad civil que apoyó estas reformas y con la generosidad de bienhechores que las financiaron creyendo en los liderazgos que se las presentaron de forma sesgada, por no decir tramposa. De esto doy  fe de haberlo conocido en persona. 

Otro grave defecto del movimiento ha sido empeñarse en esgrimir argumentos verdaderos de una manera gasta, poco atractiva para personas ajenas. La gran mayoría de los grupos se han centrado en dirigir sus mensajes hacia sus bases de apoyo previamente convencidas, predicando siempre hacia el interior del círculo y ciegos a los de fuera de él. ¡Cuántos congresos, marchas, grupos, iniciativas de comunicación dirigidas a la gente que ya apoyaba la causa! La recompensa han sido palmaditas en la espalda de nuestros amigos de siempre y la ilusión tramposa de que existe una gran base de apoyo cuando la realidad lo desmiente una y otra vez. Hemos creído que repitiendo entre los mismos, las mismas cosas, lográbamos algo más que sentirnos contentos de estar actuando y hemos dejado pasar importantes oportunidades de tender puentes, hacer alianzas, abrir los horizontes de la causa del derecho a la vida a otras realidades igual de graves y, sobre todo, de hacernos más humanos, más cercanos, más misericordiosos. Nos hemos encerrado en lugar de salir al encuentro de nuestros hermanos y hemos preferido hermanarnos con grupos autorreferentes y radicalizados (radicalizando la causa en el proceso), que nos han alejado de una lucha genuina. 

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La falta de diálogo también ha impactado en nuestra capacidad de generar líneas argumentativas que interpelen a la población en general, que sea efectivas en la arena pública y políticamente redituables, que tengan sustento y efectividad jurídicos de forma que puedan utilizarse con éxito en tribunales ordinarios y constitucionales. Es verdaderamente impresionante lo poco que ha cambiado nuestra argumentación en 13 años, sobre todo si la comparamos con la evolución técnica y mediática de los argumentos de los promotores del aborto. 

De hecho, han sido ellos y no nosotros los que han llevado la batuta de la lucha estos 13 años, nosotros nos hemos limitado a reaccionar a sus movidas. Después de las reformas de las que hablé al principio, al menos en el campo jurídico nos hemos limitado a contener ataques, ya sea en la arena legislativa, ya sea en la judicial, mientras ellos han experimentado con diversos medios de control constitucional y con legislaciones locales y federales, como la Ley de Víctimas y la NOM-046, ataques que ni quiera pudimos contener. Además, la contención se ha hecho con profundo desconocimiento de las estructuras políticas, confundiendo las lógicas con las que operan los distintos órganos. Es descorazonador cómo en este último capítulo ante la SCJN las propuestas de acciones se redujeron a espacios en medios y a movilizaciones sociales, cuando un tribunal constitucional está expresamente diseñado para ser inmune a dichas presiones. Esta “estrategia” de contención ha ido desgastando paulatinamente la capacidad política del movimiento. Personalmente recuerdo haber compartido con otras personas y liderazgos, la preocupación porque un día dejaría de funcionar el “teléfono rojo”, que permitía a ciertos actores religiosos comunicación directa con autoridades civiles y contener de esa manera fallos de la SCJN como los de 2013, en los que esta influencia fue bastante clara. “Un día el presidente no va a contestar el teléfono”. Eso fue justamente lo que pasó, y más: este presidente dijo expresa y públicamente que no intervendría. 

Esto nos lleva a otro punto: la reactividad siempre es tardía. En los congresos o con decisiones del ejecutivo, es mucho más fácil influir incluso en el último minuto. No es que sea recomendable, pero se puede. Experiencias como la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (2014), o la reforma sobre matrimonio en el Código Civil Federal (2016) avalan la efectividad de una estrategia de movilización social amplia y hasta el último instante. En las decisiones judiciales es sumamente difícil, rayando lo imposible, hacerlo. Esto es así por diseño institucional, por la misma naturaleza de los tribunales. Cualquier abogado que entienda algo (ni siquiera mucho) de litigio lo sabe. Y desde la semana previa a la decisión veo entrevistas, comunicados, marchas, recolección de firmas… 

¿Dónde están los abogados del movimiento? ¿Dónde los esfuerzos de litigio estratégico? Esa es mi profesión y en 13 años con el movimiento sólo llegué a participar en defensas, nunca en litigio estratégico, en esfuerzos proactivos por proteger al no nacido. Al contrario, la pocas iniciativas serias fueron rechazadas o nunca recibieron apoyo. 

Todo esto se sustenta en el hecho de que vivimos en un mundo de fantasía, en el que supuestamente la mayoría de los mexicanos son católicos y partidarios de la protección a la vida. Esta mentira nos la reforzamos con encuestas de nula seriedad y con las cámaras de resonancia de las redes sociales, con lo que ya comenté respecto a predicar siempre hacia adentro y recibir elogios siempre de los mismos. Según nosotros somos mayoría, según nosotros nadie quiere el aborto y los políticos y funcionarios que lo promueven lo van a pagar en las urnas. Nos envalentonamos diciendo que no daremos “ni un voto” a los que no defiendan la vida… y, con poquísimas excepciones, los candidatos pro vida y pro familia pierden estrepitosamente. Tanto que partidos tradicionalmente afines han ido abandonando esa agenda o desapareciendo. Quizás por eso no pocos en el movimiento han ido cayendo en la trampa de la radicalización, en la tentación de apoyar visiones totalitarias, antidemocráticas, populistas y profundamente inmorales solamente por su apoyo a las causas de la agenda moral. Esta peligrosa reducción de la agenda al tema exclusivo (y excluyente) del aborto ya la traté en otro texto.

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Estos razonamientos no pretenden ser exhaustivos, ni negar la realidad del mal que actúa en contra de la vida de los más indefensos, en contra de la familia y del orden natural de la humanidad. No pretende negar la acción de personas y grupos altamente capacitados y financiados, con agendas claramente opuestas al humanismo más elemental. Al contrario, estos grupos y personas han sabido hacer todo lo que nosotros no: han planteado argumentos atractivos (aunque errados) y se han ganado a la opinión pública. Han entendido el sistema político y jurídico mexicano y sus reglas, y han planteado y llevado a cabo estrategias efectivas. Han sido capaces de revertir decisiones judiciales que protegían la vida y utilizar argumentos jurídicos de alta calidad para lograr sus objetivos.

Me llama la atención que no necesariamente es un tema de recursos. El movimiento pro vida cuenta con bienhechores generosos que sostienen organizaciones y estructuras con alcance nacional. Cuenta con miles de personas comprometidas y convencidas, cuenta con profesionales dispuestos a dar la batalla… pero esos recursos se desperdician en la apariencia de trabajo, sostener intereses creados, en emprender acciones sin visión estratégica, centrándose en esfuerzos mediatizados y con capacidad de alimentar sus egos y sus peticiones de recursos, y no con verdaderas oportunidades de éxito. Es más, a veces con el claro riesgo de conseguir exactamente lo contrario. Esfuerzos egoístas, cortoplacistas, porque las estrategias a largo plazo no les permiten colgarse la medalla.

En los Estados Unidos, después de la sentencia Roe v. Wade (1973), comparable a lo que está decidiendo la Corte, se plantearon acciones a largo plazo y hoy, casi 50 años después, han logrado modificar el equilibrio de la corte y hoy la Corte Suprema de los Estados Unidos se decanta abiertamente por la protección de vida y existe una posibilidad realista de revertir el precedente icónico de Roe. En México, desde hace 13 años que llegué a la lucha, ya se visualizaba la necesidad de incidir en la designación de ministros de la Suprema Corte. Pero, en lugar de invertir en crear perfiles, cuadros, de identificar talentos jóvenes y prometedores, fortalecerlos, colocarlos, impulsar sus carreras políticas, académicas y judiciales, se busca dentro de la lista de posibles candidatos al menos peor, se le invita a un par de cenas, y se invierten esfuerzos de cabildeo en colocar a alguien que no siente el menor compromiso ni identificación con la causa.

A todo esto, cuesta trabajo pensar qué hacer, a dónde ir a partir de ahora. En mi opinión, muchos de los liderazgos actuales del movimiento son directamente responsables de esta paliza de autogoles que, además, festejaron. Son directamente responsables, junto con los pro aborto, de lo que está pasando hoy en la SCJN y por coherencia y mínima vergüenza deberían amanecer el lunes con sus renuncias firmadas y en el escritorio de sus consejos y bienhechores. Pero eso debe partir de una reflexión personal marcada por una humildad intelectual que nunca han mostrado.

Y todos los que estamos involucrados y comprometidos con la causa, tenemos el deber de superar el duelo por estas resoluciones, llamar a cuentas a quienes se han servido de la causa, y replantearnos la lucha ante una realidad nueva, distinta y hostil. Tendremos que aprender a convivir con un marco jurídico adverso al derecho a la vida y a recuperar a la sociedad. Recordar que lo importante es salvar vidas, independientemente de lo que digan las normas, y refundar con apertura, diálogo, humildad y caridad un movimiento capaz de dar batalla con eficacia y eficiencia, y, sobre todo, con la persona al centro de cada propuesta y acción.  

Es cuanto, queridos compañeros.


 
[1] El caso de Coahuila es ligeramente distinto, pues se trata de una reforma al Código Penal, tramposamente planteada en este tema, por lo que no entraré en detalle. 

 

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